Dejar un legado en esta generación debe ser el sueño más grande de un sacerdote. Nuestra conducta y nuestro carácter deben ser el reflejo de nuestra fe; de lo contrario, nos engañamos a nosotros mismos.

Puedes estar fuera de la voluntad de Dios estando en la iglesia, porque es más sencillo moverte en tus emociones cuando lo que Dios habla no es lo que quieres.

El Espíritu Santo es el único que nos puede ayudar en nuestras debilidades, porque Él nos conoce. Un sacerdote busca la intimidad con el Espíritu Santo, ya que Él es quien nos revela los secretos divinos.

Dios nos ha dado una visión de ensanchamiento, dar fruto en todas las áreas y vivir en prosperidad abundante.

La fe no es un sentimiento, no tiene que ver con las emociones. La fe es convicción, es confianza, es una decisión. Nuestra fe debe ser ultrarresistente, no debe depender de las circunstancias.

Si dices que seguirás a Jesús, debes entender el significado de esas palabras que estás pronunciando. Los verdaderos sacerdotes se determinan a nunca más decirle no a Jesús, a nunca más volver atrás.

No es el plan de Dios que vivas en deudas; deja de vivir en la esclavitud y adquiere sabiduría para que tu vida financiera prospere.

Tú puedes romper el molde y vivir una vida diferente. Dios puede cambiarte si tú lo decides. No puedes ser esclavo de tus deseos; la presencia de Dios debe ser más importante para ti como sacerdote.

El Señor puede convertir tu debilidad en tu fortaleza y hacer de esa fortaleza una herramienta para que las personas conozcan a Cristo.

Podrás tener todas las herramientas, pero si no tienes visión, no podrás avanzar en la conquista. Un verdadero sacerdote sabe escuchar la voz de Dios, recibe su visión y camina en ella.

Cuando entra el pecado al corazón, contamina al hombre por completo. El arrepentimiento y la sangre de Jesús te pueden limpiar y darte otra oportunidad.

El verdadero sacerdote de Dios conoce que las victorias llegan después de ganarlas en lo espiritual. Asume tu llamado y ejerce el sacerdocio en tu casa, en tu ciudad y en tu nación.

El plan de Dios para la humanidad es que todos se salven, que nadie se pierda. Dios te ofrece la oportunidad de cambiar antes que la sentencia sea ejecutada.

Para ver la gloria de Dios en nuestras vidas, debemos estar dispuestos a pasar por los procesos que forman nuestro carácter y nos llevan a poseer la tierra prometida.

Como hombres debemos tomar nuestro lugar; somos los sacerdotes de nuestro hogar. Atender al llamado que Dios nos hace es la marca de un sacerdote fiel: salvar a esta generación.

La marca de un sacerdote fiel es la integridad, la pureza en el corazón. Dios quiere revelarse a cada sacerdote en el altar; es en ese lugar donde lo encontrarás.

Dios quiere levantar un ejército de hombres que luchen por sus familias, por sus ciudades y naciones. Un verdadero sacerdote usa sus armas espirituales para pelear: la oración, la adoración y la confesión de las promesas de Dios.

Continúa en la carrera hasta el final, cumple su propósito; vale la pena servir a Jesús, la recompensa será grande para el que dedica su vida a servirle.